miércoles, 17 de octubre de 2012

Cuando menos te lo esperas.



Cerré la puerta tras de mí y caminé sin saber a donde, busqué continuamente desconociendo lo que deseaba encontrar, grité sin importarme quien pudiese oírme maldecir y en ningún momento me sequé las lágrimas que recubrían mi rostro, ensombreciendo el océano de mi mirada. Nublada, igual que el cielo, que comenzaba a tornarse oscuro, excluyendo al sol de la representación de mi banal martirio llamado vida. No podía retenerme y comencé a preguntarme qué estaba haciendo, por quién, con qué objetivo. No era por él, no era por mí, era una fuerza superior, más que un impulso, más que un sentimiento. Aceleré, empecé a correr con todas mis ganas y ni se me ocurrió qué dejaba atrás, me tropecé dejando mis rodillas heridas y doloridas, me recordaron a mi interior. Solo veía sucias baldosas a la falta de luz y perpetuaba mi llanto a todo volumen, lloraba sin reconocer el motivo, y ahí aparecieron unas desgastadas zapatillas esperando a que levantase la vista. Y no pude. Esperé, guardándome mi dolor, y no se marchaban. Me agarraron de la mano y noté un impulso que me puso en pie, sostuvieron mi barbilla para chocarse con mis ojos que seguían húmedos, el tormento que me afligía se disipó sin más.

Muchas gracias, extraño, has cambiado la definición de mi existencia.

2 comentarios:

  1. Que pasional.. ooo me encanto!
    TE SIGO!
    te pasas?
    un besoo!

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  2. Tan genial como siempre. No sé cómo lo haces, pero sabes como levantar sentimientos en la gente y cómo humedecer las pupilas de una persona.

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