miércoles, 24 de marzo de 2021

- Fire.

Abrasa. 

La piel, al límite, empieza a exudar. Parece que se calma, pero es una sensación momentánea, justo después aparece ese dolor intenso y penetrante. La herida está abierta, la carne al rojo vivo. Te expones a un rápido vertido de agua fría, confiando en que ayudará, pero la realidad  es que cuando el oxígeno vuelve a tocar tu piel quieres gritar. Pero de tu boca no sale más que un leve suspiro y del lagrimal una única gota, continúas.

Ahora tiemblas. El calor es tan intenso en tu interior que el aire te hiela. Sientes fuego, en el estómago, en la cabeza, pero sobre todo en la tráquea. Nada funciona. La inhalación introspectiva de humo es tóxica. Te peleas con tus pulmones, por combatir el incendio, por mantener una respiración estable. Eres caos. La hiperventilación se ha llevado consigo la sensibilidad de tus extremidades. Abres y cierras las manos, aferrándote al único clavo que queda en tu psique. Toda la estructura ha sido devorada por las llamas.

El sonido parece distante, como si de alguna manera estuvieses observando desde fuera. No hay sirena de alarma, ni voces reconfortantes, no hay siquiera narrador en tus pensamientos. Quedan sólo cenizas. 

Por un momento, tu cuerpo colapsa. Te has apagado. 

De alguna manera sobrevives. Tal vez mañana puedas evadir el fuego. 

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