viernes, 12 de febrero de 2016

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Esta noche no quiero pararme a pensar en lo que escribo, ni en las palabras que utilizo, ni en quién las leerá o no. Quiero desahogarme, desasirme de esta sensación de estrangulamiento que amenaza a mi conciencia. Dejar salir toda la sangre de mis heridas, en forma de versos que no riman, ni tienen sentido; pero tienen pena, y amor, y amargura, y melancolía.

Te echo de menos, como cada noche, que es cuando más te pienso, cuando mi mente divaga y siempre acaba perdida en tus dulces acentos. No necesito mantener ninguna lógica, porque el amor es caótico. Tuerzo la situación una y otra vez hasta marearme, y acabar perdida. Pero luego son tus brazos los que ansío cuando el cuerpo me pide calor. Toda la seguridad que tengo cuando no estás cerca desaparece, soy presa de las inexplicables ganas de huir que invaden mi sinapsis, pero mi voluntad está condicionada. Inmóvil dejo que te acerques.

Un chispazo, que electrifica mis músculos, cuando apenas el oxigeno es una distancia.

Te conviertes en veneno. Las miradas cómplices y la sensación inigualable de locura y catarsis son sólo dolor en un pecho comprimido. No entiendo cómo el raíl del tren ha desencaminado en un barranco, y con tus labios distraes mis ganas de pisar el freno. Hacia el abismo en el que las caricias erizan la piel, y las malas lenguas hablan historias que no conocía. De frente la ternura en tus movimientos me anestesia, pero cuando me giro, tornas oscuro. Y te debates entre un mordisco en el cuello, un fuerte desasosiego, y un puñal que nunca se encontrará con mis ojos.

Porque rompes lo que amas. Porque la autodestrucción tiene onda expansiva. Porque el dolor es la manifestación más pura del amor. Si me matas, si me quema, es que es real y es que estoy viva. Tus idas y venidas no me cansan, no pongo punto y final. Espero coger aire, llenar mis pulmones de más verdades a medias, y arrojarme entre tu falsa sonrisa y tus escondidas lágrimas. Mientes, como un maniaco, dándome un arma con la que matar a la bestia. Pero confías, confías en que la deje vivir, manteniéndola tranquila con la melodía de un amor roto, con la danza de los demonios que despiertas en mis entrañas, y el almizcle de aromas que quedan en las sábanas cuando permitimos que la tierra y el cielo se encuentren una única noche sin destruirse mutuamente, al menos por completo.

Mi salud mental se cuestiona entre morir sin ti, o vivir muriendo un poco cada día.


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