miércoles, 4 de abril de 2018

Silencio.

El silencio es tortura. 

Me detengo a dejar pasar los segundos, intangibles, mientras observo las sombras que danzan a mi alrededor, imaginando que el canvas blanco del techo me da alguna respuesta. 
Siento cómo mi corazón late, con prisa, y con furia, haciendo retumbar mi caja torácica.
Oigo a mi propio cuerpo traicionándome, impasible; 
mis pulmones, que traducen cada bocanada de aire en miles de pensamientos.
Mi estomago, que parece ser sostenido por un puño, apretando brutalmente.
Mis mejillas, que arden ante el contacto del sodio en mis lágrimas.

Mi cerebro nunca se acalla, nunca me permite una tregua, nunca concede que el silencio sea sólo eso; silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario