lunes, 14 de diciembre de 2015

Batalla

En Troya se ganaron cientos de batallas, pero yo perdí la mía.
En manos del oráculo mis deseos pendían, y aún así se convirtieron en decisión del azar.
No pude creer en la vaina de palabras dulces, ni en la ponzoñosa verdad.
Me quedé ciega ante las visiones del desastre, deteniendo así mi Cassandra a mi Ícaro interior, que tanto ansía llegar hasta el sol.
Tomé una decisión en momentos de guerra para evitar más daño, aunque ahora pienso que la lucha no es tan sólo de brutos, sino de valientes.


Pero la Odisea ha concluido, y estamos perdidos.
Perdidos entre Inframundo y Olimpo.

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